3a. parte TESTIMONIO PERSONAL (Oveja Agradecida)
“ A los cielos y a la tierra llamo por testigos
hoy contra vosotros, que os he puesto
delante la vida y la muerte, la bendición y la
maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tu
y tu descendencia". ( Deut. 30:19)
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testimonio personal |
Mi agradecimiento a Dios es muy grande. Me atrevo a decir que me siento consentida por El, pues desde mi niñez hasta la fecha, se ha mostrado de una manera tan especial a mi vida. Estoy segura que debido al acto de Fe que hice desde mis siete años, fui guardada de tantas situaciones y hasta ahora que estoy en el evangelio, me he dado cuenta que siempre fue Dios controlando mi diario vivir.
Cada uno de los que nacemos de nuevo, recibimos en nuestro corazón a JESUCRISTO en diferentes circunstancias y todos somos bendecidos, y deseo resaltar la forma que el usó para buscarme, a tan temprana edad.
Tengo 65 años de edad y cuando cumplí seis años, residíamos en Honduras (1957); mis Padres se habían hecho de muy buenas amistades; entre ellas una familia salvadoreña de apellido Cárcamo-Rodríguez. Dos de sus miembros, a quienes recuerdo, que eran doña Lolita y Nena su hija, eran las que nos visitaban; eran reconocidas como evangélicas protestantes, hago esta salvedad porque en esa época eran muy pocos los convertidos a Cristo, escuchaba pláticas de los mayores donde le señalaban como extraños y de tenerles cuidado, estoy segura que mis padres mantenían un estrecha y sincera amistad, por ser una familia ejemplar, aunque no estaban de acuerdo en la doctrina que ellas profesaban, pues insisto, antes era tan raro encontrarse como se decía: con gente evangélica.
Sucedió que frente a nuestra casa, llegaron a vivir unos misioneros norteamericanos y ellas, quizá por instancias de los misioneros, los acompañaron para que nos invitaran a las reuniones. ¡Como tengo bien claro ese día! No he olvidado cuando mi papá les dijo que ellos no podían asistir, pues no podían cerrar el negocio, me eligió como representante de la familia, (somos 4 hermanos) y les hizo saber que asistiría sólo los días domingos.
Asistí por varias semanas, donde pasaba muy feliz, rodeada de niñas y niños en cuenta los hijos de los misioneros, durante la hora de la escuela dominical, nos repartían papelería impresa que llamaba la atención para leerla y colorearla, y nos prestaban juguetes muy bonitos, nos daban un refrigerio bien delicioso, recuerdo que disfrutaba cuando llegaba el día domingo, pues cada cosa salía de lo común. Las clases de biblia eran en un salón bien decorado, la esposa del pastor hablaba bien el español y nos contaba historias bíblicas muy bonitas y empleaba bastante material que yo no estaba acostumbrada a ver y recuerdo que en una de mis tantas visitas los días domingos, me preguntó si quería aceptar a Cristo como mi Salvador y yo dije que Sí, oraron por mí y me dijo que mi nombre había sido escrito en un libro que Dios tenía en el Cielo. Cuando les conté a mis padres, ellos ya no me permitieron asistir. Ellos cuidaban su FE católica con mucho celo, supe que mi mamá quedó huérfana, de nacimiento, ya que mi abuela no sobrevivió al parto, y una tía la crió hasta los seis años, y el abuelo al contraer nuevamente matrimonio, la internó en un Colegio de monjas, hasta que egresó como maestra. Lo mismo le sucedió a mi papá, por vivir en un pueblo lejano a la capital, lo internaron en un Colegio de los Salesianos, por lo tanto, la religión católica la tenían bien arraigada, y no iban a permitir que una niña siguiera escuchando algo que ellos no aceptaban por ser una “nueva religión.”
Deseo enfatizar
que mis padres nos criaron con
verdaderas normas de moralidad, nos enseñaron el temor a Dios, el respeto hacia
los demás, nunca se les escucho decir “malas palabras” pues no las tenían en su vocabulario, aún la palabra
tonto no era permitida, pues a mis trece
años se la dije a mi hermano menor y mi papá me pegó tan fuerte en mi boca, que
me hizo sangrar.
Nos regresamos a EL Salvador, en 1960 y la familia Rodríguez Cárcamo también dispusieron regresar a este país, pero se habían venido antes que nosotros, llegando a vivir en la ciudad de Santa Ana, fueron tan generosas, que a nuestra llegada, cedieron a mis padres la casa en la que ellas vivían; donde manejaban un negocio el cual traspasaron a mis padres. Es seguro que en sus pláticas, estando en Honduras quedaron de acuerdo para encontrarse en esta ciudad. Ellas conocían la ciudad de Santa Ana y nosotros no. Más adelante hago mención de ellas, ya que al irme para Estados Unidos, las volví a encontrar, curioso, no?
Al cumplir mis quince años, finalizando el 9º. Grado, (1966) mis padres me dieron la noticia que habían decidido enviarme a Estados Unidos donde residía mi hermana mayor, debido a las dificultades económicas por las que estaban pasando y no me podían seguir dando el estudio y mi hermana se ofreció en llevarme y hacerse cargo de mi. (No estuve de acuerdo, sabía que no era por poco tiempo y era duro separarme de mis padres, pero no logré persuadirlos) Mi viaje fue de lo más triste, tengo el recuerdo que cuando se me llamó para abordar el avión, comencé a llorar y me le prendí del cuello a mi mamá, luego al correr por unas gradas, se me quebró el tacón del zapato y así viajé, me lograron calmar cuando apareció una Aeromoza quien iba hacerse cargo de mi, (por ser menor de edad, en ese tiempo, no se podía viajar sola, así que se hizo cargo de mi hasta entregarme a un familiar) lloré en todo el viaje, y así pase llorando varios meses hasta que me tuve que conformar. Llegué a vivir en la ciudad de South San Francisco, era el año 1966, mis documentos migratorios con visa de estudiante iban destinados a esa ciudad, pero al año, mi hermana tuvo que mudarse para la ciudad de San Francisco y que coincidencia como se dice en el mundo, pero era Cristo guardándome, no sé como mi hermana localizó a Nena la hija de doña Lolita, quien le alquiló una habitación y nos pasamos a vivir donde ella. Un día de tantos, mi hermana fue invitada por Nena para que la acompañara al Templo Adventista y ella me dijo que fuera en su lugar, pues no quería quedar mal con ella, porque había sido muy buena con toda nuestra familia. Nuevamente me nombraron como representante de la familia.
En lo personal guardo muy buenos recuerdos de Nena, mientras vivimos en su casa, ella se intereso en mi seguridad y prestaba a sus dos hijos menores para que me acompañaran a hacer los mandados, recuerdo sus nombres: Salva y Mandito, (de 10-12 años de edad aproximadamente), relato lo anterior, pues es notoria la manera que era cuidada, hasta en lo más mínimo, ellos eran unos niños, pero ya no iba sola, la casa de ella estaba ubicada cerca de la calle Dolores y los que conocen esa zona, sabrán que es una calle de muchos riesgos.
En uno de los Servicios de la iglesia Adventista, el Pastor hizo la invitación para aceptar a CRISTO y pasé al frente. Nuevamente Dios me buscó primero a mis siete años y luego a mis diecisiete años, como se notan los cuidados de Dios! Me hizo asistir al lugar adecuado para oír sus consejos, pues si mi hermana no hubiera pensado en Nena, el proceso de ser guardada se hubiera interrumpido. Al poco tiempo se me presentó una situación que tenía que ver con mis papeles de migración y tuve que regresar a la casa de mi tía donde viví al principio de mi llegada, pues mi hermana fue notificada que mis papeles migratorios estaban destinados a la ciudad del sur de San Francisco y se habían informado que me encontraba fuera del distrito escolar que se me había asignado. Ella se quedó en casa de Nena, por lo que me tocó viajar sola los fines de semana para ayudar a mi hermana en algo, mientras me llegaba el día lunes para presentarme a mis estudios. No puedo dejar de contar que durante esos viajes, Dios me cuidó de las pandillas, se les conocía como “pachucos”, eran jóvenes de color con una apariencia de quien más asustaba; portaban cuchillas a simple vista para intimidar a los transeúntes; estoy segura que Dios me hacia invisible en esos momentos, ya que todos los viernes me tocaba pasar cerca de ellos.
Puedo recordar que tuve la dicha de tener una niñez muy feliz; mis padres nos dieron una vida no de ricos, porque no lo eran, pero si, se esmeraron que tuviéramos siempre un lugar donde habitar con tantos espacios, dedicaban tiempo para llevarnos a ríos, y hasta llegamos a tener un caballo pony y de mi juventud (15 a los 18 años de edad), aunque tuve que vivir lejos de mis Padres, fue una vida muy bonita; creo que fue con propósitos.
Resalto algo interesante y es que, durante los años que estuve en U.S.A. no pude tener amigas después de salir de clases, ni aún en los fines de semana, no me relacionaba con nadie, ya que al terminar las clases, no tenía autorización de parte de mi hermana de quedarme más tiempo, mientras estudié en San Francisco, a la salida de clases no me podía entretener ni tan siquiera diez minutos, pues tenía la obligación de pasar por mi sobrina que aún era una bebé y la cuidada una señora a quien se le pagaba hasta cierta hora sin pasarse de tiempo, si no cobraba extra y no era poco y para no causarle ese gasto a mi hermana, siempre fui puntual y recuerdo las burlas de las latinas que estudiaban en mi grado, ya que me decían que yo no quería aceptarles la marihuana y sin embargo hasta les había ganado, pues ya tenía una bebé y me hacía la santa. (Mis compañeras de estudio me veían cuando llevaba en el coche a mi sobrina todos los días adonde la persona encargada de cuidarla, quien vivía cerca del lugar, y pensaban que era mi hija).
Cuando regrese a South San Francisco, tampoco me podía quedar después de clases, pues los días viernes, tenía que abordar el bus lo más temprano para llegar a casa de Nena. Todo esto contribuyó para que no me hiciera de malas amistades (de esta manera me cuidaba Dios).
continuara.....
con amor fraternal,
Hna. TITA DE MARTINEZ
oveja agradecida
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