Salmo 91:4
Un artículo que apareció en “National Geographic” algunos años atrás nos presenta una profunda imagen de las Alas de Dios. Después de un incendio forestal en el Yellowstone National Park, los guardabosques empezaron a ascender por la ladera de una montaña para medir cuánto daño había causado el fuego infernal.
Uno de los guardabosques encontró a un pájaro petrificado en ceniza, similar a una escultura, posado en el suelo justo frente a la base de un árbol
Sorprendido por el extraño hallazgo, movió el pájaro con una rama. Cuando levantó el pájaro del suelo, tres pequeños polluelos salieron corriendo de su escondite bajo las alas de su madre muerta. La amorosa madre, consciente del desastre inminente, había llevado a sus hijos a la base del árbol y los había reunido bajo sus alas, sabiendo por instinto que el humo tóxico se elevaría. Ella pudo haber volado a un lugar seguro para salvar su vida, pero rehusó abandonar a sus polluelos. Cuando la ráfaga de fuego la sorprendió y el calor abrasó su pequeño cuerpo, la madre se mantuvo en su lugar. Aquellos polluelos pudieron vivir, porque su madre los cubrió bajo sus alas y estuvo dispuesta a morir por ellos.¿Te has sentido solo en medio de las llamas de tus pruebas? Nuestra mente humana siempre tiene momentos de inseguridad. La buena noticia es que Dios conoce todas nuestras debilidades y sabe hasta dónde podemos llegar. Por eso, el Verbo se hizo carne, habitó entre nosotros y nos protegió más allá de la muerte.
El 24 de junio de este año, estuve en un culto que se celebró en una funeraria, donde tenían expuesto los restos de la hermana de mi abuela. El Pastor que tenía a cargo la reflexión, nos contaba con alegría y profunda admiración, detalles sobre la vida de aquella mujer campesina. Muy inspirado, nos decía que aunque la vida no es fácil, todavía podemos ser verdaderamente fieles hasta la muerte y nos presentaba como modelo, la vida ejemplar de nuestra querida ‘Lola’.
Ella era sumamente pobre en riquezas terrenales, pero era millonaria en su amor por Dios. Cada vez que la visitábamos, solamente le gustaba hablar de los portentos de su Dios, de cuán bueno era con ella, de que aunque físicamente pasaba mucho tiempo sola, el Señor siempre la acompañaba. Nunca hubo una palabra de queja, nunca hubo un comentario de desaliento; UNICAMENTE tenía expresiones de gratitud y alabanzas para su Salvador. Vivió inspirando a otros a seguir el camino de la fe cristiana y en los momentos difíciles nos decía: “Debemos doblar la oración y surtirnos de Dios.”
La presencia de Dios en su vida terrenal se hizo evidente hasta la muerte. Podemos decir que Lola vivió agradecida de que en todo momento vivió amparada bajo la sombra del Omnipotente.
Nunca olvides que Cristo murió por TODOS en la cruz del calvario para darnos vida eterna, para protegernos del peligro, para glorificarse en nuestras vidas, para obrar en favor nuestro.
¿cuánto más nos ama Dios que dio la vida de su único hijo a cambio de la nuestra? Jesús tenía todo el poder de evitar el sufrimiento de la crucifixión. Pudo haber destruido en un abrir y cerrar de ojos a toda aquella multitud. Pero prefirió cubrir a la humanidad con sus alas de amor para evitar que el ser humano se quemara en las llamas eternas del infierno.

Dios nos bendiga,
Oveja Agradecida
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