Qué gran misterio!
¡Qué gran misterio!
El ser humano llega a conocer la
fecha de su nacimiento, pero no sabe la fecha en que le tocará dejar este mundo,
por supuesto hay sus excepciones, tal como es el caso de aquel que está condenado a morir, luego de haber
sido juzgado, sentenciado y establecida
la fecha de ejecución; o aquellos que ignorantemente mueren por una falsa
creencia y son aquellos suicidas que se ponen bombas en sus cuerpos para
hacerlas detonar y dañar a la humanidad por puro gusto.
Quién
no le teme a la muerte?
Muchos desean no tocar ese tema, porque nadie quiere morir, pero todos en
un momento de nuestra vida debemos pensar en ello.
Déjeme decirle que desde que el ser humano nace, todos sin excepción traemos una sentencia de muerte, refiriéndome
a la muerte física, por lo tanto hay razón para hacer un espacio en nuestra
vida y dedicarla a meditar en ella; porque también espiritualmente hablando, tenemos
una sentencia de muerte; pues dice la Biblia en el Libro da los Efesios 2:1,2, que todos los seres humanos estamos
muertos (para Dios) en nuestros delitos
y pecados y por la falta de conocimiento bíblico no enderezamos nuestro
caminar, de tal forma que nosotros mismos estamos logrando que esa sentencia de
muerte se pueda ejecutar, porque la paga del pecado es muerte, así está
establecido por el Creador, pero El también nos da la salida y es por medio del
ARREPENTIMIENTO, es decir reconociendo que somos pecadores, que podemos anular el decreto establecido
para el ser humano y cambiar la sentencia de muerte por vida, ya que nuestro
Señor Jesucristo dejó clavado en la cruz del calvario ese decreto y venció a la
muerte, porque en El no había pecado, de tal forma que Dios lo levantó de entre
los muertos para una Resurrección de Vida y por ello ahora en Jesucristo
tenemos la oportunidad de vivir eternamente.
La muerte ya fue vencida por
nuestro Señor Jesucristo:
El apóstol Juan relata: “Cuando le vi, caí
como muerto a sus pies. Y él puso su
diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que
vivo, y estuve muerto; mas he aquí que
vivo por los siglos de los siglos amén.
Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.” (Apocalipsis 1:17-18)
Los Cristianos podemos declarar que no le tememos a la muerte. Hacemos nuestra la siguiente afirmación:
“Nosotros somos seres de carne y hueso. Por eso Jesús se hizo igual a nosotros. Solamente así podía morir para vencer al diablo, que tiene
el poder para matar. Con su muerte, Jesús
dio libertad a los que se pasaban la vida con miedo a la muerte”(Hebreos 2:
14-15 traducción en Lenguaje Actual). Como puede ver, todo lo anterior
ha sido escrito para que comprobemos los beneficios de mantenernos en Dios y
con Dios.
Muchas personas demuestran que no le tienen
miedo a la muerte, cuando en las tumbas de sus seres queridos mandan a grabar
epitafios (leyendas) no muy sanas y que aparentan que toman a la ligera ese
acontecimiento. Al pié de esta reflexión comparto unas fotos, las cuales se explican por ellas solas.
Para finalizar, quiero referirme
a las famosas siglas, las cuales son escritas en las lápidas de todas las
tumbas: Q.D.E.P
= que descanse en paz ó
Q.D.D.G. que de Dios goce.
Encuentro
una disyuntiva en esos positivos y bonitos
deseos. OPINO que al que se le ocurrió
tales leyendas, hace énfasis en dos cosas: descansar en paz y que goce de la presencia de Dios.
Con todo respeto deseo externar que los
dolientes de la persona fallecida, NO deben de tomar a la ligera tales leyendas
solamente por escribirlas. Deben de asegurarse que ese ser amado, realmente descanse en paz. Recuerde que las palabras se las lleva el
viento
No así, las palabras dichas por Jesucristo: Yo soy la resurrección
y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá. ( Juan 11:25) Y ésta es la voluntad del que me envió: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él,
tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día postrero. (Juan 6:40)
Espero en Dios que exista un verdadero compromiso para NO SEGUIR CALLANDO tantas verdades dichas a medias, aun corriendo el riesgo de ser marginados, aun peor, ser echados del núcleo donde convivimos. VALE LA PENA, PORQUE ARREBATAREMOS UN ALMA DEL INFIERNO.
Con amor fraternal,
Bertha de Martínez
Muy cierto!!
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